Equilátero perfecto









Es verano pero hace frío. Es verano pero huele a castañas. Dibuja sombras el cierzo de madrugada sobre el empedrado. Inopinadamente el silencio grita: «¡Cielo ha muerto!», y doce puertas que no existen abren sus doce cerrojos invisibles. La antigua ciudad deja entrar al poeta. Pronto llega a su destino, en Espoz y Mina. El poeta conoce el laberinto como un fantasma conoce las calles vacías. 9 de Julio y Zaragoza tiene un nuevo templo…           
                                                                      
                                                                                  Un nuevo santuario. 



«Creo en Sergio Algora, creador de lo visible y lo invisible», rezan sus fieles dipsómanos. Desde las paredes, volutas pop guiñan sus ojos a la gente de buena voluntad, como diciendo —y tienen razón—: qué bien sabe no existir. La letra se sabe libre en el nuevo templo. Pilar, Seo y Bacharach, equilátero perfecto. Sólo labios ya, oremos.



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